“La verdad es como una manta que siempre te deja los pies fríos. La estiras, la extiendes y nunca es suficiente. La sacudes, le das patadas, pero no llega a cubrirnos. Y desde que llegamos llorando hasta que nos vamos muriendo sólo nos cubre la cara, mientras gemimos, lloramos y gritamos”.
Al mismo tiempo, él se dio cuenta de que la vida que había llevado era una mentira, que la mujer con la que llevaba 20 años casado, no era más que una extraña, que el trabajo que había conseguido, que tanto éxito y fama le había aportado, era detestable, que echaba de menos, aunque hubiesen pasado años, aquella sonrisa de aquella chica a la que no supo apreciar, a la que dejo escapar, aquella chica con la que hubiese cogido un avión a cualquier otra parte, lejos de todo lo que conocían. Se arrepintió, de haber sido un cobarde, por no haber sido capaz de dejar la racionalidad a un lado, de que su corazón venciese. Se arrepintió de no haber dejado de ser un capullo, con miedo al compromiso que no tuvo el temple y la fuerza, que ella siempre había admirado de él. Se arrepintió quizás, y eso nunca lo admitiría, de haber seguido pensando en el pasado, en los amores que hubieron. Se arrepintió, de pensar a veces que ella no era suficiente, o puede ser que pensase que él era el que no estaba a la altura, ya nunca lo sabría, el tiempo había pasado factura, ya no recordaba aquellos momentos. Nunca le dedicó una palabra bonita, una sonrisa, ni siquiera un beso de película. Y aunque romántico empedernido, no era capaz de acariciarle la cara, de mirarle a los ojos con ternura. Ella se cansó de esperar ser amada, se fue, como se va el verano y viene el otoño. Pero en otro lugar en el mismo momento en que él se maldecía a si mismo, ella recordaba aquellas largas conversaciones, en las que podía hablar de cualquier cosa con él, era su mejor amigo, más que eso, él era la persona que mejor la entendía, le aconsejaba, le dedicaba canciones e incluso era capaz de relajarla con el solo tono de su voz. Su voz era lo que ella más echaba de menos. Le quiso, le quiso demasiado y aunque cada vez que el la despreciaba, le partía el alma y "le entraba arena en los ojos" no era capaz de decirle que no. Pensar en el pasado solo les quemaba ambos, pero la verdad era lo que mas dolía. La verdad duele, es más fácil la mentira, y ellos había vivido demasiado tiempo mintiéndose y aunque estaban hartos la verdad que más importaba es que ya no había sitio para ellos dos en este mundo, lo que realmente llegaba a ahogarles a no querer seguir pensando, era que el tiempo había hecho imposible que aquellas dos personas pudiesen amarse. Algunos dirían que no estaban destinados, otros que Dios no lo había querido. La verdad, si, la verdad de nuevo es la opción más dolorosa, porque la verdad era que no habían podido amarse, por los estúpidos errores que había cometido como estúpidos seres humanos que eran. Y lo peor de todo es que ellos jamás sabrían la verdad.
jueves, 25 de febrero de 2010
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