jueves, 16 de mayo de 2013

Como sobrevivir al exilio. Primera Lección: De un reto, una oportunidad.

Por mucho que sea una gran oportunidad tener unas practicas en el extranjero, que estés aprendiendo, que te lleves grandes amigos, no olvides que eres un exiliado. Y eso es así, sin ningún rodeo. Puedes tener suerte y encontrarte en un país fácil, vibrante y sorprendente, y doy gracias de que ese sea mi caso. No voy a mentir, aún así sigue siendo una putada que la vida de tu gente continúe y tú no estés formando parte de su historia. Si hay algo bueno de esta experiencia, exprímela al máximo. Despierta Varsovia, 4:54 de la mañana, el sol está saliendo. Aún puedo dormir un poco más. 7:00 pongo el café en el fuego, preparo tostadas. 8:00 salgo de casa, parece que todos los varsovianos nos dirigimos al tranvía y luego al bus. Varsovia parece lo que es, una capital europea en hora punta. Después de un mes solo conozco unas pocas palabras “przepraszam” para disculparte al tropezar con alguien y “Dzien dobry” (Buenos días) al llegar al trabajo. Comparto las horas con gente especialmente amable, y ya me he dado cuenta que eso viene en el carácter de este país, si un polaco puede ayudarte, lo hará, no te quepa duda. Nunca me había parado a pensar lo complicado que puede resultar vivir en un país donde no conoces nada del idioma, pero si una cosa he aprendido es que los gestos son universales: una sonrisa a modo de agradecimiento, una gesticulación con la mano para tratar de ofrecerle el asiento del bus a una persona mayor o simplemente una cara de desconcierto. Ay que sería de mi si fuese una chica tímida! ¿Qué si muchos pensaron que estaba loca al venirme tan lejos? Si, pero ¿Cuantas oportunidades se te pueden plantear así en la vida? No vamos a engañarnos, las cosas son especialmente complicadas en estos momentos, y la manera en que he ido creciendo desde el primer día que llegue a este país nevado hasta el día en que me vaya, es una de las cosas más enriquecedoras de las que he disfrutado. Por supuesto, hay días difíciles, en los que quieres volver y arroparte bajo la calidez de tu tierra y de tu gente. Pero la curiosidad, me puede más que la morriña; curiosidad por este país que tan desconocido era para mi y que poco a poco voy considerando hogar.

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